martes, 12 de febrero de 2013

Medicina Tradicional China: Aspectos Filosóficos. Parte I.

"El Tao es vacío,
imposible de colmar,
y por eso, inagotable en su acción".

Lao-Tse. Tao Te King. 
  
Uno de los aspectos más problemáticos de la cultura occidental en los últimos tiempos es, a mi modo de ver, su progresiva especialización. Esta práctica, que aleja al hombre de la esencia de la Vida, va deshumanizándolo cada vez  más y más; de tal suerte es habitual el encontrarnos con “superespecialistas”, es decir, expertos en un ámbito de la realidad, cada vez más pequeño. Dicho de otra manera, hemos llevado al extremo nuestra capacidad de análisis, olvidándonos de su eterna compañera, la síntesis. Así, y dado que el presente artículo va sobre el ámbito médico, bastaría con desplazarnos hasta un centro de salud cualquiera para encontrarnos con el oftalmólogo, el neurólogo, el estomatólogo, el dermatólogo,… 
Quiero aclarar, antes de que mi bondadoso lector se imagine otra cosa, que no estoy intentando echar por tierra los grandes avances de nuestra  medicina alopática, sino llamar su atención sobre una circunstancia que, de seguir por esta vía, puede llevarla a un callejón sin salida. Y es desde esta intención que he querido traer otra visión de la medicina, ni mejor ni peor- no se trata de hacer comparaciones-, sino de señalar aquello que es válido y que, en consecuencia, no deberíamos perder de vista.
Aunque la medicina china pierde sus orígenes en la noche de los tiempos, ha mantenido sus principios fundamentales a lo largo de los mismos. Y desde ese pasado remoto nos llega una  visión del hombre íntimamente conectado al Cosmos. Como en otras culturas antiguas, microcosmos y macrocosmos están íntimamente relacionados y, en consecuencia, regidos por las mismas leyes; siendo ésta una visión que va más allá del ámbito de la salud, pues es compartida por todos los estamentos de la cultura, vale decir: religión, política, filosofía, arte… Hay una idea de Armonía Universal en la que el hombre se define como punto de convergencia entre las potencias celestes y las terrestres.
Otra idea fundamental es la existencia del Tao. Aunque Lao Tse nos dice en el Tao Te King que “el Tao del que se puede hablar, no es el verdadero Tao”, nos atrevemos  a mostrarlo como el Orden Superior que concilia todas las contradiciones aparentes; como el Sendero que recorre todo cuanto vive y, por extensión, la Ley que todo lo mantiene dentro del mismo. Es un concepto similar éste al del Dharma-Kharma hindú; es decir, del camino a través del cual se mueve todo lo manifestado, y de la Ley correctora que emana del mismo.
A partir de este insondable misterio, pues es más para la intuición que para la razón, aparece –ya en el plano de la manifestación-, la Teoría del Yin-Yang. Yin y Yang son los dos aspectos que asume ante nuestra conciencia todo lo manifestado. Yin, que significaba originalmente, el lado sombrío de la montaña, es asociado a cualidades tales como el frío, el descanso, la oscuridad, la interioiridad, lo profundo,…; mientras que Yang, que significaba el lado soleado de la montaña, es asociado al calor, la estimulación, la actividad, lo externo,…
Yin y Yang son opuestos, pero a la vez complemetarios, no pudiendo existir el uno sin el otro. Son asimismo interdependientes y el crecimiento de uno de ellos, supone el decrecimiento del otro; estando en consecuencia sujetos a una Ley de Intertransformación por la cual, cuando uno de ellos llega a su punto más alto, comienza a transformarse en el otro. Por último, todavía habría una Ley de Infinita Divisibilidad, por la cual cada una de las dos categorías puede ser nuevamente dividida en Yin y Yang. Por poner un ejemplo de ésta última Ley, si bien la parte delantera del cuerpo es Yang, dentro de ella la parte superior sería Yang y la inferior Yin; y así hasta el infinito.
En este contexto, no existen enfermedades, sino enfermos; y sea cual fuere su naturaleza, puede llegar a explicarse en términos de una desarmonía entre el Yin y el Yang; y la sanación no pasa sólo por restaurar la salud en tal o cual órgano, sino por recomponer todo el conjunto, ese microcosmos al que me referí con anterioridad.
Por razones de espacio, no desarrollaré aquí la Teoría de los Cinco Elementos que, a no tardar, dará lugar a otro artículo. Finalizaré por tanto, invitando al lector a la búsqueda de una mayor integración con la Naturaleza y con la Vida. Como decían esos antiguos taoístas a los que aludíamos con anterioridad, debemos buscar en nuestro caminar por la Vida una acción que no violente al Tao, que no contraríe las Leyes de la Naturaleza; una acción, en consecuencia, no movida por fines egoístas y particulares, sino que nos integre con ese Principio Inmanente del que alguna vez salió todo lo que existe y al que sin duda, hemos de volver.



Manuel Ures, Ldo. en Filosofía.


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